15.8.10

De cosas que a nadie le importan más que a mí

Domingo a la noche. Víspera de feriado. Antes, cuando todavía era soltera, salía todos los fines de semana. Multiples. Allá por el 2005 les hablo. Volviendo al 2010, divido mi tiempo entre las mieles del concubinato, que se completan con las cenas en casa, las noches de películas catástrofe y los cumpleaños de familiares y amigos en común (y todos, todos me aburren por igual, ya sea el de mi suegra o el de Brenda Gandini); y las salidas a todo trapo con amigos personales de la noche, amigos personales de elencos, en definitiva amigos homosexuales que me llevan a las mejores fiestas de Buenos Aires.

Hoy por ejemplo, en esta primera entrega "De cosas que a nadie le importan más que a mí", voy directo a las papas (¿a los bifes?) mientras disfruto de este delicioso tequila con 7ac. Mis opciones de vestuario son dos:

  1. Pantalón negro, musculosa negra con espalda descubierta, botitas negras.
  2. Vestido glam del ropero de mi madre, negro, de una sola manga larga, y una especie de aplique enorme de lentejuelas, a la rodilla, transparentón, con borcegos.
Mediante esta descripción queda sentado mi leve trastorno de la personalidad. Claramente, conviven en mí dos individuas: la que pasa desapercibida y la que usa vestidos de fiesta para ir a bailar a un reventón.

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