28.7.10

Push me

Les confieso que el post que están a punto de devorar está particularmente inspirado (loosely) en éste, del blog de un amigo que no sólo es un canchero bárbaro sino también un tipo brillante.


Lo leí hace alrededor de una semana, mientras asentía con la cabeza: "Qué suerte que soy actriz, qué maravillosamente feliz que me hace mi profesión". Hasta que llegó el domingo y un set de filmación que fue todo menos feliz. Toma tras toma tras toma, me encontré arrastrándome por un piso lleno de astillas que me traspasaban las medias rotas y se me clavaban en las piernas. En un cuarto sin calefacción, en uno de los días más fríos del anio, acostada durante más de dos horas, sin poder moverme, con un equipo que a las ordenes del director me tiraba glucosa mezclada con agua caliente mezclada con colorante rojo, un líquido dulce, tibio y espantoso que se me metía en la boca y se me hacía imposible no tragar. Vestida con una pollera y una camisa rota, mientras mis brazos temblaban y una suerte de espasmo incontrolable recorría mis muslos. Y como si fuera poco, con una reacción alérgica en la piel de la cara por culpa de la prótesis de látex.

Existe la vocación, y existe la vocación. Pero su realización no es siempre alegre; a veces es incómoda también. Y a veces sólo es incómoda: es tan incómoda, y violenta, y desagradable, que llegás a tu casa llorando del frío y del dolor, y jurás que nunca más vas a hacer lo que acabas de hacer. Unos días más tarde recordás lo que viviste con un dejo de placer y te confesás que lo repetirías sin pensarlo dos veces. Eso es vocación.

1 comentario:

Andy W dijo...

Si te gustó eso ya sabés que vas por buen camino!

Gracias por las lindas palabras.