12.7.10

Monstruo

A veces una se siente un monstruo. Hay días en los que sí, te despertaste tarde, hinchada, cansada. Saliste, hiciste mil trámites, y en cada vidriera, cada espejo, cada vidrio de auto te ves reflejada con ojeras, el pelo enredado, la piel seca, blanca, casi gris. Las pocas personas que te miran de reojo ponen cara de lástima o de vergüenza ajena. Es como si la realidad te golpeara fuerte mientras te grita que no sos lo que creés; esa imagen mental que todos tenemos de nosotros mismos, que siempre es mejor que la real. Pero en éstos días que te digo, es mucho, muchísimo peor. Lo único que querés es llegar a tu casa, meterte en la cama, taparte y no salir nunca más.



Bueno, de pronto te subís a un taxi a las 11 de la noche para volver de una reunión de tesis. El taxista escucha el CD de Maddona (en vivo) a todo volúmen, y chasquea los dedos al ritmo de Vogue. Estás totalmente quemada, te duele la cabeza, pero la música te supera y empezás a bailar por dentro. El taxista es un tipo cuarentón avejentado, con anteojos grandes, la piel curtida. Tiene canas. Estás por bajarte, te para y te dice: "Disculpame que te diga ésto pero tenés una cara bellísima". "Gracias", respondés. Te bajás, llegás a tu casa, te metés en la cama, te tapás and then you do it all over again.

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