18.5.10

Empieza con A y no termina

En el teatro y en el cine, en el arte en general, me gusta la desprolijidad ordenada y limpia. Me gusta cuando se te va algo de foco, pero con un propósito, o al menos con una intención. Me gusta cuando en una obra no sabés bien si el recurso que acaban de utilizar, o los movimientos que están realizando, son a propósito, "están puestos", o son improvisados. Me gusta que no se entienda bien si fue una marcación o un error. Me gusta complicarle la existencia al espectador; bah, que se pregunte porqué. No importa si es on purpose o sin querer -aunque siempre es queriendo- pero sí importa que sea para algo, y que no sea redundante. Que se quiera contar intencionadamente y se defienda hasta la muerte esa posición -en la obra siempre, nunca en el discurso post espectacular-. Me gusta que Buniuel gire la cámara y enfoque a su crew, tomándolos por sorpresa, inesperadamente. Me gusta la espontaneidad de Pollock. Me gusta la indeterminación de los textos de Veronese, el laberinto de los diálogos superpuestos, que me permiten entender de una manera mucho más profunda a Chekhov, un dramaturgo que hasta hace recién me aburría -sí, lo dije, oh! the horror-. Me gusta el quilombo, la grandilocuencia y el desequilibrio, pero siempre cuidado, siempre liviano, siempre preciso

Después en la vida, soy toda orden y códigos y estructuras y equilibrio. De la boca para afuera, irreverente, o insurrecta, como diría más de uno. Pero adentro calma, apacible, ingenua.

Pero en el arte... hay que hacer y hacer, ensuciarse, meterse hasta el fondo, hasta que el barro te llegue al cuello, hasta marearse; y hay que hacer aunque lo que uno haga sea cuestionable cualitativamente. Porque al fin y al cabo, es arte. No salva al mundo ni a una sola persona, no es política ni economía ni medicina, no cambia vidas de manera rotunda, no cubre las necesidades básicas de ningun ser humano. Es simplemente una forma de jugar, y se juega con el cuerpo bien puesto, descolocándose, en las antípodas del snobismo, tomándoselo y tomándose menos en serio; haciendo no por hacer, no masivamente, no produciendo al tun tun -como me gusta esa expresión idiomática- sino produciendo copiosamente, siempre valorando y estimando, siempre compartiendo y desordenando todo, desubicándolo.

Y en ésto soy tajante: el arte nunca, jamás, puede ser ingenuo. El arte es retorcido, o no es nada.

No hay comentarios: